Paz y felicidad con prosperidad

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Una actitud positiva hacia el emprendimiento y una apreciación de su valor social es esencial para progresar, tanto en Japón como en Guatemala.

En el lejano Japón, un empresario vuelto filósofo descubrió por su propia cuenta que la paz social es resultado directo de un ordenamiento económico que permite a las personas prosperar mediante el trabajo honesto. Su descubrimiento es asombroso pues no estaba familiarizado con las ideas clásico-liberales de Occidente. Además, mientras él volcaba la vista al futuro con optimismo, sus desilusionados compatriotas luchaban por asimilar la derrota y la destrucción derivada de su participación en la II Guerra Mundial.

En 1946, estableció un tanque de pensamiento que nombró Paz y Felicidad mediante la Prosperidad (PHP por sus siglas en inglés). Ese mismo año, Leonard Read fundó la Fundación para la Educación Económica (FEE) en Nueva York, con objetivos y metodologías similares. Siguen operando ambos centros, dedicados a difundir ideas mediante publicaciones, talleres, seminarios y más.

Me refiero a Konosuke Matsushita (1894-1989), fundador de la ahora famosa multinacional Panasonic. La relevancia de Matsushita para los guatemaltecos opera en dos planos: podemos aprender de su recorrido intelectual y de su ejemplo de vida.

Siendo el octavo hijo de una familia pobre, Konosuke Matsushita tuvo que abandonar la escuela a los 9 años. Se empleó como aprendiz, primero de un brasero y luego de un fabricante de bicicletas. A los 16 años entró a laborar en la empresa eléctrica de Osaka. Tenía tan sólo 23 años cuando asumió el riesgo de independizarse y lanzar su propia empresa. No tenía recursos, pero sí fe en si mismo, disciplina y visión. Su carrera como industrial arrancó luego de que inventó un simple pero innovador enchufe doble. Para los años ochenta había convertido su aventura en una corporación que generaba $42 mil millones de dólares y empleaba a 20,000 personas. Matsushita aportó al mundo productos orientados a hacer más cómoda la vida cotidiana, bajo las marcas de Technics, Panasonic y National.

Matsushita se planteó como misión aliviar la pobreza de sus compatriotas mediante la manufactura. El trabajo no sólo sirve para ganarnos el sustento de cada día, sino para servir al prójimo. Matsushita decía que la ganancia es el premio que los consumidores satisfechos otorgan al productor que agrega valor a sus vidas. El productor tiene que mantenerse alerta frente al cambio; no tiene el éxito garantizado y si quiebra, debe desaparecer del mercado. El empresario crea riqueza beneficiando a sus trabajadores y a sus clientes: ni explota a sus obreros ni acapara indebidamente bienes preexistentes.

Matsushita intuyó la relevancia de vivir íntegramente y ejercitar hábitos como la honestidad, la puntualidad y la creatividad. Aprendió a valorar a los empleados como personas con diferentes talentos y capacidades. “Como los científicos requieren conocimiento para utilizar mejor los recursos naturales, los gerentes deben conocer la naturaleza humana para desarrollar a las personas a su máximo potencial y expandir así la organización”, escribió. Sus reflexiones evocan las nociones que, en 1759, plasmó Adam Smith en La teoría de los sentimientos morales. En los años treinta, Matsushita concretó siete principios u objetivos corporativos para Panasonic: contribuir a la sociedad, justicia y honestidad, cooperación y trabajo en equipo, continua búsqueda de mejora, cortesía y humildad, adaptabilidad y gratitud.

Para aprender de nuestros errores y mejorar, debemos cultivar una mentalidad “objetiva” que encara la realidad tal cual es. En esto también encuentro parecido con los autores clásico-liberales, que buscan aprehender la naturaleza humana para ajustar a ella las instituciones socio-económicas.

Este artículo se publicó el viernes 19 de septiembre del 2014 en la Revista Contra Poder y CEES.

 

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